Las acotaciones son los textos en los que el autor teatral hace indicaciones sobre cómo ha de ser la representación. Son propias del texto dramático, y conforman la guía de la transformación del texto en espectáculo.
Todos los datos aportados por las acotaciones son trasladados a escena mediante referencias objetivas que son percibidas por el espectador, convirtiéndose en “una verdadera polifonía informativa” según palabras de Roland Barthes. El espectador de una representación no tendrá acceso a las acotaciones en la forma lingüística del texto escrito a la que sí accede el lector, sino a la forma espectacular que adquieren en el escenario.
Las acotaciones son principal pero no exclusivamente de carácter funcional para la puesta en escena. Mientras que el diálogo se destina a la realización oral, las acotaciones pueden transformarse en signos no verbales que se ofrecen simultáneamente con los signos verbales del diálogo en el escenario.
La alternancia en el texto escrito de diálogo y acotaciones es específica del discurso dramático; la simultaneidad en la escena del diálogo y los signos no verbales es específica de la representación. Las acotaciones escénicas pueden darnos indicaciones acerca del espacio, de la iluminación, el decorado, los sonidos, el vestuario, la gestualidad o movimientos de los actores, elementos paralingüísticos…
María del Carmen Bobes (‘Semiología de la obra dramática’) las define como “monólogo del autor” que tiene “una función imperativa, o al menos conativa”, y señala que cobrarán mayor o menor importancia según época y autores.
El texto dramático sin acotaciones (o con unas acotaciones mínimas) deja en libertad la inventiva del director sobre el modo de presentar la obra. El texto con acotaciones, en cambio, refleja la opinión del autor sobre cómo cree que se han de presentar los otros elementos de la representación que no son la palabra (o incluso matizar el tono, volumen… de ésta: nerviosísimo, amenazador, canturreando una canción...).
Por lo tanto, si un autor coloca acotaciones en su texto, éstas generalmente serán válidas si señalan elementos importantes para la representación, elementos significativos (incluso simbólicos), facilitando por lo tanto la puesta en escena, pero también la construcción imaginaria del lector.
Sin embargo, a pesar de que las acotaciones tengan esa finalidad funcional, la función estética o poética no se debe olvidar, y encontramos magníficos ejemplos de acotaciones literariamente hermosas, como muchas en el teatro de Federico García Lorca y Buero Vallejo.
O como éstas que siguen, en ‘Luces de Bohemia’, de Valle-Inclán. El inicio de cada escena de la obra es todo un ejemplo magistral de acotaciones en las que detenerse a saborear, leyendo, todo su arte y significado:
Paseo con jardines. El cielo raso y remoto. La luna lunera. Patrullas de caballería. Silencioso y luminoso, rueda un auto. En la sombra clandestina de los ramajes, merodean mozuelas pingonas y viejas pintadas como caretas. Repartidos por las sillas del paseo, yacen algunos bultos durmientes. MAX ESTRELLA y DON LATINO caminan bajo las sombras del paseo. El perfume primaveral de las lilas embalsama la humedad de la noche.